Tenemos al amigo que siempre hace las cosas bien, nunca se equivoca o al menos eso pretende él. Tenemos al padre incapaz de pedir perdón, jamás de los jamases, ya que por supuesto un padre es omnipresente, es un Dios que nunca se equivoca, tenemos al jefe que cuando él se equivoca echa la culpa a los empleados… ¿y qué tipo de relación surge con los demás cuando somos incapaces de reconocer nuestros errores? Empieza a crecer una especie de rencor e ira en la otra persona ya que alguien que no reconoce sus errores, sobre todo con nosotros, está dando una imagen de que es mejor que nosotros, que nunca se equivoca y nosotros sí, constantemente.
No es algo fuera de lo común que alguien sea incapaz de reconocer sus errores, miles empresas quebradas al año son prueba de ello. Las personas que aconsejan cuando ellas son las menos indicadas también son una gran prueba de ello.
Cada persona se trata a si misma como intocable, como si todo lo que hicieran estuviera plenamente justificado siempre, cosa que les impide avanzar en su vida personal y laboral. En el mundo real las personas que no reconocen sus errores son personas vacías… en definitiva el fracasado de hoy en día es alguien que no reconoce sus errores, y por fracasado entendemos que es una persona que no cumple sus metas ni objetivos y que se ha conformado con una rutina diaria que le deprime y amarga, pero antes de reconocer ese error se quedarán así para siempre.
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